Reina María Rodríguez

Inglés

ski sauvage

    . . hay una choza por una montaña. la espuma del cielo da a la montaña un cerco traslúcido y fresco. el aire alrededor de la montaña es sonoro, piadoso, legendario, prohibido, la entrada a la montaña está prohibida. la montaña tiene su lugar en el alma. es el horizonte de algo y retrocede sin cesar, da una sensación de eterno horizonte . . . y yo describo esa pintura con lágrimas, porque esta pintura golpea mi corazón, siente como mi pensamiento se despliega en ella, en un espacio ideal, absoluto, pero en un espacio que tendría una forma incorporable a la realidad. allí caigo del cielo . . .
    --Artaud
la línea negra (más abrupta) es la que rompe nuestro equilibrio con esos saltos que nos desvían de lo continuo. tú preferías la roja. porque, como yo, era un río de sangre que se teme y arrebata. nos permitía continuar sobre las botas hacia un declive tenue --deslizarse y fingir-- que rompemos las bolsas de aire con el pulmón y abrimos con el cuerpo encarnado la ilusión de una forma. alados, sobre el inmenso blanco que se hace púrpura-azul con la desesperación del después. después de este amor? después de este mar? después de esta metáfora? . . . deslizarse y caer sobre la nieve espumosa, bañándonos de luz, de champang, de algas rojas . . tanto hemos sufrido de querer abrir la línea límite del objeto, del sentimiento, de la palabra, el borde. el borde de la naturaleza es negro y nos descerebramos en un intento de atravesar (los cielos donde nos suicidábamos al revés, hacia la infinitud, contra la gravedad). las colinas ensangrentadas bajo la nieve en pico que me ha cortado la pierna izquierda al rozar y yo, más que sufrir la herida, describo su dolor (estética) del desastre. contra toda protección --desprotegidos-- mirando la fisura en el espejo por donde sangro, primero oliendo, tocando la burbuja que nace y después, siempre mirar desde esta altura cómplice el cuerpo empequeñecido y oscuro del acto en el que hemos participado como suceso, no como elección, de las diferentes líneas de fuga hemos tomado una como camino --no como fin-- y esta línea roja y lírica nos permite concentrar las sensaciones en la estructura de un sentimiento; latir con la explosión de una palabra (envoltura) que encubra y proteja nuestro deseo. la poesis de esta línea acuosa, me permite fingir que este paisaje humano es de nieve. y está adentro. sin la distancia del (mi) intermediario, la asumo como un (yo). pero me canso del dibujo y lo lanzo (la bota salta y suelta su mecanismo del patín y no caigo). existe una diferencia, o el ser está en la diferencia? así puedo repetir incesante la caída. pero el espacio va y viene, la escritura se aleja de sí misma (el movimiento del trazo entra en el propio movimiento del texto) de la vida? la diferencia es opción. no existe la diferencia en el centro (cada cosa es la misma cosa). la diferencia es periférica y me gusta vagar, rajar esos bordes oblicuos que parecen determinar alguna estructura del sentimiento entre esas pistas de complejidad que el artista escoge para su azul, su verde, su negra gravedad. las pistas no están en el contexto, sólo hacen la mediación entre el interior y la superficie blanquísima del monte (su página). Mont Blanc como fin y muerte. y la metáfora (pisapapel con nieve hecha de trigo blanco que se voltea sin derretirse) es la ficción verdadera. todo hombre está solo en su determinación. y ésta no es más que el tono que le agrede al elegir en el tiempo. no en el espacio, su espacio, que es instante y repetición. lo hemos sentido desde alturas diferentes (los frailejones amarillos parecen bosques, como nosotros pretendemos sombras de árboles). sobre el parecer de esta realidad, una fijeza: estamos presos entre el aire gris del pisapapel, sus pinos verdes y ese borde que es cielo y es cristal. de ahí la fábula; la oración que se construye para salvarnos de no regresar del hueco negro, su línea oscura, el punto de fuga de mayor peligrosidad (mi discurso femenino es sintaxis; engrapamiento del tejido en el que atrapo a la noche). la campana da el sonido último con horror, se abre y es mi momento fatal de intervenir, de deslizarme asustada (crear en nosotros espacios de vida, espacios que no existían, que no parecían poder encontrar sitio en el espacio). ustedes esperaban una historia. atrévanse a discernir si han cabalgado sobre un ski sauvage, entre el ocio y la suavidad de esa caricia con franjas de obsenidad que es la escritura.