Nuestras Américas (PDF)

Traducción, Ernesto Livon-Grosman
 

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”
– José Martí, “Nuestra América”
 

“Sou um tupí tangendo um alaúde!”
“¡Soy un tupí taniendo un laud!”
Mário de Andrade, “O trovador”
“Tupy, or not tupy that is the question.”
– Oswald de Andrade, “Anthropophagite Manifesto”
 

1.
Un día me gustaría escribir un ensayo titulado “Las Américas, un proceso”. En ese ensayo exploraría el aun imaginario espacio cultural de una “poética de las Américas” en el sentido de “Nuestra América” de José Martí y del “perfeccionismo moral” del que habla Emerson. Esta discusión sobre el perfeccionismo moral, que estaría en deuda con Stanley Cavell, sin duda me llevaría a una declaración de interdependencia: diría que la poética de las Américas no puede ser completa, porque si pudiera llegar a su fin destruiríamos su promesa de continuidad, de autoregeneración y autocanibalización.
En ese ensayo proclamaría, como un Edgar Poe dadá que sueña con Nicolás Guillén haciendo búsquedas en Google, que el poema de las Américas no existe. Porque las Américas es un espacio cultural imaginario cuyas múltiples y mutantes manifestaciones son tan evanescentes como el último aliento de una lengua moribunda.
 

& por eso diría que esa es la razón por la cual el imperativo de los poetas de las Américas, a diferencia de lo que sostiene cierta sabiduría convencional, ha sido el decir más que el mostrar. Porque decir es la tarea de gente, como decía Langston Hughes, “en transición”.
 

2.
En Shaking the Pumpking: Traditional Poetry of the Indian North Americans la antología que Jerome Rothenberg publicó en 1972, se enuncia con una inteligencia propia de Swift, un tema que sigue siendo fundamental, mientras en los EEUU hacemos la transición de una poética de los Estados Unidos a una poética de las Américas:
 

Digamos que durante un período de veinticinco años, o es decir, el tiempo que le tome a una generación descubrir dónde vive, se podría reemplazar la épica griega de los primeros años de la universidad con las grandes épicas norteamericanas. Se podría estudiar el Popul Vuh donde ahora estudian se estudia a Homero y estudiar a Homero donde ahora se estudia al Popul Vuh, es decir como una antropología exótica, etc.”
 

En esa cita Rothenberg se hace eco de los sentimientos de “Nuestra América” de Martí que fuera publicado 80 años antes:

La historia de América, de los incas hasta acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria.

Las dos primeras antologías de Rothenberg, Technicians of the Sacred (1967) y Shaking the Pumpkin (1972) insistían en la importancia actual, más que histórica o antropológica, de la poesía “tribal” de los aborígenes americanos en un sentido continental, de los africanos y de los habitantes de Oceanía. En este sentido deberían ser leídos como documentos sobre las poéticas de los 60 y los 70 que fueron cruciales para la reconceptualización de la poesía norteamericana entendida como una poética de las Américas. Rothenberg propuso una crítica a la supremacía de la alta cultura occidental y una búsqueda activa para encontrar en otras culturas, que no son orientales ni occidentales, aquello que está ausente en la nuestra. Por otra parte, la “recuperación” de la cultura aborígen americana por parte de un judío de primera generación nacido en Brooklyn y poeta antológo, que en sus propias palabras es “un judío entre/ los indios”, y cuyas raíces estéticas estaban en la vanguardia europea, es un reconocimiento implícito de nuestro genocidio nacional, en todas las Américas, como parte del proceso de recuperación tanto de Auschwitz como de Hiroshima.
 

Las antologías de Rothenberg investigan la base pluricultural de las Américas y a la vez rechazan explícitamente la eurosupremacía desde el interior mismo de una perspectiva europea. Al mismo tiempo el trabajo de Rothenberg es notable por su claro rechazo de la visión popular, pero no por eso menos demagógica, de Europa y de lo europeo por parte de los poetas norteamericanos, esto es el rechazo de Europa en favor de una América única y singular.
 

3.
La idea singular y unitaria de la literatura norteamericana está con frecuencia basada en violentas borraduras de la normativa anglosajona, de las culturas anteriores a la conquista, del pasaje por la Edad Media, de las lenguas de la inmigración y del surgimiento de nuevas lenguas.

4.
La visita que Charles Olson, el más importante entre los poetas norteamericanos de la posguerra, realizó a Yucatán en 1951 fue un gesto influyente y significativo hacia una poética de las Américas. El rechazo expansivo de la trampa que el poeta Robin Blaser caracterizó en un ensayo sobre Olson como “El encajonamiento occidental” tiene ecos de Martí y a la vez anticipa a Rothenberg:
 

No es a los griegos a quien culpo. Se trata de nosotros, de que no hemos encontrado maneras de tallar, de experimentar tal como es, según nuestra propia definición y expresión de lo que es, en otras palabras, encontrar maneras de estar en el universo humano y no ser llevados en ningún punto y de ninguna manera a hacer una partición de la realidad. Porque esto es exactamente lo que hacemos, este el verdadero tema de lo que ha sido y del proceso, que tal como es en el presente se afirma a sí mismo y puede ser mostrado. Es la función, la comparación, o en su nombre más estridente su simbología. Estas son las caras falsas, demasiado vistas, los aspectos intelectules que esconden y previenen que se usen la metáfora y la performance. [“Human Universe,” en Collected Prose, p 157]
 

Olson logró articular una poética del lugar que rechaza lo metafísico en favor de lo histórico y lo particular. Entrando en contacto directo con nuestras Américas, se dio cuenta de que no es a través de la analogía sino a través de un proceso de juxtaposición activa que se produce un tercer elemento.
 

Nuestras Américas es una performance.

5.
Quiero insistir en la palabra Américas no sólo para abarcar a América del Norte y del Sur sino también como una manera de reconocer, esta multiplicidad, no una mera comparación, de nuestras múltples perspectivas que son fundacionales para las poéticas de nuestras Américas.
 

In Ül: four mapuche poets (ed. Cecilia Vicuña, tr. John Bierhorst. Pittsburgh: Poetry in Indigenous Languages Series, Latin American Literary Review Press,1998), Vicuña cita a Jorge Teiller: “… mi arma contra el mundo es otra visión del mundo” (21). Lo que la poesía no tiene en eficacia lo recupera en poder conceptual, “La lucha mental” de Blake. O como dice Martí en “Nuestra América”: “…las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.
 

Ningún tema ha preocupado más a la poesía durante las dos últimas décadas que la identidad social, étnica, racial y local. Como las Américas, la identidad es siempre plural. Como las Américas, la identidad es necesariamente, a priori, sincrética y entrelazada, autocanibalizante, tanto como el ADN que circula en nuestras mentes y concatena nuestras proyecciones mentales.
 

Al desarrollar no sólo la manera en la que pensamos en una poética de las Américas sino que, y esto es más importante, también al crearla es bueno que tengamos presente el comentario de Teiller y recordar que lo que estamos creando es otra visión del mundo, una que en su globalización no está siguiendo los dictados de la Organización Mundial de Comercio y del Banco Mundial y que en su localismo no está produciendo frutas exóticas para ser exportadas, sino que está comprometida con un proceso de canibalización y autocreación como la primera defensa contra el “encajonamento occidental”. Una posibilidad que nunca ha sido mejor expresada que en el Manifiesto Antropofagista de Oswald de Andrade:
 

Nuestra antropofagia nos une…
Contra todos los importadores de conciencia enlatada. La palpable
existencia de vida. Y la mentalidad pre-lógica del estudio de Levi-Bruhl…
Contra la verdad de los misioneros, definida por la sagacidad de un antropófago…
Pero aquellos que vinieron no eran cruzados. Eran fugitivos de una sociedad que estamos devorando, porque somos fuertes y vengativos como un Jabuti…
 

6.
Una vez más Martí: “¡Los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete lenguas!”
 

Un interesante modelo para una poética global/local es la del poeta escocés Hugh MacDiarmid, que no es el nombre con el que nació sino el nombre que aspiraba a tener, y que fuera expulsado del partido nacionalista escocés, a pesar de su trabajo poético en dialécto escocés, por haber sido demasiado localista.
 

En esa misma antología de poetas Mapuches, Elicura Chihuailaf escribe que “La poesía no sólo preserva la identidad cultural del pueblo, sino que también la crea”. De esta manera Chihuailaf enfatiza las fuerzas creativas de la poesía en contraste con los reflejos reproductivos de la teoría cultural. Una poética de las Américas estaría menos preocupada con analizar los temas y las narrativas producidas en la ficción en castellano e inglés que en escuchar, y componer, el collage de las diferentes prácticas lingüísticas de las Américas. Al reemplazar tema y sistema, “comparación” y “simbología” en las palabras de Olson, por superposiciones, palimpsestos y collages, estoy proponiendo que conceptualicemos nuestras Américas como una constelación hipertextual o sincrética, formada por capas alfabéticas, glíficas y/u orales. Una constelación es un modelo alternativo para lo que con frecuencia es definido como fragmentación, parataxis, aislamiento, insularidad, atomización y desarrollos separado del todo. La hipertextualidad dibuja un mapa sincrético que articula puntos de contacto y que potencia tanto las conexiones espaciales entre partes discrepantes como las superposiciones temporales que confluyen o se fusionan una con otra.
 

La aproximación palimpséstica del volumen de poesía mapuche surge directamente de las condiciones materiales de la poética de las Américas: no un multiculturalismo sino lo que con frecuencia Chihuailaf llama (en la traducción que Bierhorst hace del mapudungun al inglés): interculturalismo. De hecho este es un libro en tres lenguas; inglés, castellano y mapudungun (la lengua de los mapuches). El mapudungun es la lengua que ha sido alfabetizada más recientemente, transliterada como escritura. En un principio estaba sorprendido de que no se incluyera el nombre del traductor al castellano pero más tarde me di cuenta que se daba por descontado que los poetas que se presentaban en mapudungun habían hecho sus propias traducciones al castellano, o más probablemente trabajaban de manera bilingüe en ambas lenguas, tal vez yendo y viniendo del castellano al mapudungun tanto como del original mapudungun a la traducción en castellano como si fuera una lengua extranjera. Quizás lo que hace que esto sea indígena para nuestras Américas no es únicamente la presencia del mapudungun sino el entrecruzamiento de las diferentes capas de lo aborígen, lo colonial, lo inmigrante: concretamente la unión de dos de esos elementos en contraste con un tercero que es percibido como una amenaza mayor. Basta recordar los versos de Rothenberg: “un judío/ entre los indios”.
 

Martí nos habla de cómo nosotros trabajamos “…con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. [mientras] El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos” y continúa enfatizando la necesidad de rechazar el racismo al reconocer no sólo a los que estaban aquí antes de la llegada de los europeos sino también a aquellos que fueron arrancados violentamente de Africa y traídos a la fuerza al Nuevo Mundo, aquellos que residen “sólos e ignorados entre los rios y los animales salvajes¨. Martí hace un esfuerzo por no borrar la la existencia de aquellos que fueron traídos a las Américas como esclavos. Pero también reconoce que, como propone Jonathan Skinner en la revista del mismo nombre, nuestras Américas necesitan de una ecopoética.
 

En el espacio imaginario de las Américas, nadie tiene soberanía, no al menos en lo que respecta al sufrimiento o la tierra, la soberanía está reservada para los fantasmas y el viento, ya que ambos están perdidos por causa de y en el tiempo.
 

7.
Las poéticas de las Américas han estado creando lenguas indígenas y sincréticas durante cuatrocientos años, diferentes dicciones respecto de los lenguas de la conquista y la inmigración: indígenas en el sentido de ser nacidos en una zona, originarios de un lugar. El lugar es el aquí, el tiempo es el ahora, necesariamente un cruce de caminos.
 

Ese es el por qué del énfasis que pongo en la búsqueda de los hilos que interconectan las poéticas de las Américas, innovación y un gran refinamiento como una manera de reconocer lo importante que la creatividad ha sido para las Américas. Esto es, los puntos de contacto que podemos encontrar entre los múltiples habitantes de las Américas puede que no sea la manera en que hemos extendido y elaborado las lenguas que recibimos de Europa, el inglés de Londres, el castellano de Madrid o el portugués de Lisboa, sino cómo esas poéticas han trabajado para subvertir el acento de una literatura de refinamiento y asimilación.
 

Espero que esto ofrezca una respuesta a una crítica frecuente a las propuestas de expandir el estudio de la literatura estadounidense a una literatura de las Américas. Si lo norteamericano es entendido como una extensión o un desarrollo de una literatura anterior, en su mayor parte británica, entonces necesariamente tenemos que mirar la literatura de Inglaterra para poder entender la nuestra. Esta es la lógica dominante detrás de la estructura de los departamentos de inglés, donde la enseñanza de la literatura estadounidense fue una pelea difícil durante los primeros años del siglo pasado. Digo Estados Unidos y no norteamérica porque los departamentos de inglés han prestado muy poca atención a las literaturas canadienses o mexicanas más antiguas, las cuales son vistas en el mejor de los casos como colaterales en lugar de fundacionales en el desarrollo de la literatura de los Estados Unidos.

En un trabajo reciente, Frank Davey señala que ha habido pocos puntos de contacto entre los poetas de Estados Unidos y Canadá después de 1950. Cuando han existido estas confluencias han permitido que poetas de ambos lados de las frontera compartieran un compromiso político y estético en contra de posiciones más conservadoras, o incluso nativistas, de sus propios paises. A la vez, las narrativas oficiales de las poéticas nacionales se han mantenido en su mayor parte separadas y desconectadas:
 

En la cultura canadiense siempre ha estado latente la creencia en que las raíces de Canadá comienzan con su disidencia respecto de los Estados Unidos y que Canadá ha sido reafirmada múltiples veces como la nación norteamericana alternativa… La primera camada de inmigrantes canadienses anglo-parlantes fueron refugiados leales al imperio británico escapados de la guerra de independencia norteamericana. La formación de Canadá como pais, en 1867, fue en parte una respuesta a los grandes ejércitos estadounidenses creados durante la Guerra Civil. Así como los gobiernos de Canadá han estado limitados por esta compleja historia cultural en el grado de afiliación con las políticas de los Estados Unidos, los poetas canadienses han sido conciente e inconcientemente selectivos en sus asociaciones con la poesía y las poéticas de los Estados Unidos. Por lo general, los poetas canadienses han evitado asociarse con la poesía y las poéticas hegemónicas que han celebrado los Estados Unidos como una nación. [“Canadian Poetry and its Relationship to US Poetry,” The Greenwood Encyclopedia of American Poets and Poetry, 2006]
 

Como argumenta Roland Greene la necesidad para [de] cambiar los límites del campo de los estudios literarios y acercarse hacia lo que llama “New World Studies” es urgente. Vean especialmente su ensayo “New World Studies and the Limits of National Literatures” (Stanford Humanities Review, 6:1, 1998), del cual he tomado el epígrafe de “O trovador” de Andrade:

Para los estudios de literatura mundial las zonas de contacto no son sólo los lugares de encuentro cultural en un sentido literal, sino los espacios concatenados donde los mundos, esto es sistemas intelectuales o espirituales representados por versiones a través de los cuales puedan ser entendidos o evaluados, se mueven en una relación crítica mutua. El uso del término y el concepto mismo de lo “mundial” es vital para este proyecto.
 

8.
Una poética sincrética de creatividad e invención, un collage y un palimpsesto, es adversa al modelo acumulativo y progresivo de la literatura que aun impera en las universidades norteamericanas y en otras partes de las Américas. Si pensamos en la literatura como un desarrollo, a través de una fertilización cruzada y una canibalización, hacia la invención de un indigenismo sintético de los nuevos mundos, entonces es posible que encontremos necesario considerar la posibilidad de poesías paralelas en lugar de poesías vinculadas por relaciones causales: la coincidencia se vuelve más importante para nosotros que el linaje, los puntos de contacto más resonantes que la idea de un origen común. O en todo caso: igualmente importantes. Esa es la razón por la cual la observación de Ernesto Livon-Grosman sobre la sincronicidad de L=A=N=G=U=A=G=E (1978-1981) en Nueva York y Xul (1980-1997) en Buenos Aires es tan atractiva: porque no reclama una influencia, ni una relación de causa y efecto; estos son desarrollos simultáneos que están estructural y poéticamente relacionados, incluso entrelazados. (Vean “The Questioning of the Americas” de Livon-Grosman, en 99 Poets/1999: An International Poetics Symposium, número que edité para boundary 2 en 1999 y que es el punto de partida para este ensayo.)
 

La poética de las Américas que estoy imaginando no se basa en las comparaciones: sino en el encuentro, en el cambio a través del encuentro, porque si uno aun es el mismo después de esto, entonces no hubo encuentro.
 

9.
El proyecto de América, de las Américas, es un proceso incompleto, un proceso que nunca podrá terminarse.
 

Porque cuando esté terminado, habrá llegado a su fin.
 

Nuestras Américas es un proceso: una conversación, un experimento, un ensayo. Por otra parte quizás nuestras Américas sean un procedimiento formal, una hipótesis o un estado condicional, que requiere intervención estética, una creatividad radical y otras reinvenciones del mundo.
 

Y esta quizás sea la razón por la cual vemos las posibilidades de nuestras Américas más claramente en la poesía: nuestras poéticas vistas bajo el signo de nuestro intercambio.