ski sauvage
. . hay una choza por una montaña. la espuma del cielo da
a la montaña un cerco traslúcido y fresco. el aire alrededor
de la montaña es sonoro, piadoso, legendario, prohibido, la
entrada a la montaña está prohibida. la montaña tiene su
lugar en el alma. es el horizonte de algo y retrocede sin
cesar, da una sensación de eterno horizonte . . . y yo
describo esa pintura con lágrimas, porque esta pintura
golpea mi corazón, siente como mi pensamiento se despliega
en ella, en un espacio ideal, absoluto, pero en un espacio que
tendría una forma incorporable a la realidad. allí caigo del
cielo . . .
--Artaud
la línea negra (más abrupta) es la que rompe nuestro
equilibrio con esos saltos que nos desvían de lo continuo. tú
preferías la roja. porque, como yo, era un río de sangre que
se teme y arrebata. nos permitía continuar sobre las botas
hacia un declive tenue --deslizarse y fingir-- que rompemos
las bolsas de aire con el pulmón y abrimos con el cuerpo
encarnado la ilusión de una forma. alados, sobre el inmenso
blanco que se hace púrpura-azul con la desesperación del
después. después de este amor? después de este mar?
después de esta metáfora? . . . deslizarse y caer sobre la nieve
espumosa, bañándonos de luz, de champang, de algas rojas . .
tanto hemos sufrido de querer abrir la línea límite del
objeto, del sentimiento, de la palabra, el borde. el borde de la
naturaleza es negro y nos descerebramos en un intento de
atravesar (los cielos donde nos suicidábamos al revés, hacia la
infinitud, contra la gravedad). las colinas ensangrentadas
bajo la nieve en pico que me ha cortado la pierna izquierda al
rozar y yo, más que sufrir la herida, describo su dolor
(estética) del desastre. contra toda protección
--desprotegidos-- mirando la fisura en el espejo por donde
sangro, primero oliendo, tocando la burbuja que nace y
después, siempre mirar desde esta altura cómplice el cuerpo
empequeñecido y oscuro del acto en el que hemos participado
como suceso, no como elección, de las diferentes líneas de
fuga hemos tomado una como camino --no como fin-- y esta
línea roja y lírica nos permite concentrar las sensaciones en la
estructura de un sentimiento; latir con la explosión de una
palabra (envoltura) que encubra y proteja nuestro deseo. la
poesis de esta línea acuosa, me permite fingir que este paisaje
humano es de nieve. y está adentro. sin la distancia del (mi)
intermediario, la asumo como un (yo). pero me canso del
dibujo y lo lanzo (la bota salta y suelta su mecanismo del
patín y no caigo). existe una diferencia, o el ser está en la
diferencia? así puedo repetir incesante la caída. pero el
espacio va y viene, la escritura se aleja de sí misma (el
movimiento del trazo entra en el propio movimiento del
texto) de la vida? la diferencia es opción. no existe la
diferencia en el centro (cada cosa es la misma cosa). la
diferencia es periférica y me gusta vagar, rajar esos bordes
oblicuos que parecen determinar alguna estructura del
sentimiento entre esas pistas de complejidad que el artista
escoge para su azul, su verde, su negra gravedad. las pistas
no están en el contexto, sólo hacen la mediación entre el
interior y la superficie blanquísima del monte (su página).
Mont Blanc como fin y muerte. y la metáfora (pisapapel con
nieve hecha de trigo blanco que se voltea sin derretirse) es la
ficción verdadera. todo hombre está solo en su
determinación. y ésta no es más que el tono que le agrede al
elegir en el tiempo. no en el espacio, su espacio, que es
instante y repetición. lo hemos sentido desde alturas
diferentes (los frailejones amarillos parecen bosques, como
nosotros pretendemos sombras de árboles). sobre el parecer
de esta realidad, una fijeza: estamos presos entre el aire gris
del pisapapel, sus pinos verdes y ese borde que es cielo y es
cristal. de ahí la fábula; la oración que se construye para
salvarnos de no regresar del hueco negro, su línea oscura, el
punto de fuga de mayor peligrosidad (mi discurso femenino
es sintaxis; engrapamiento del tejido en el que atrapo a la
noche). la campana da el sonido último con horror, se abre y
es mi momento fatal de intervenir, de deslizarme asustada
(crear en nosotros espacios de vida, espacios que no existían,
que no parecían poder encontrar sitio en el espacio). ustedes
esperaban una historia. atrévanse a discernir si han
cabalgado sobre un ski sauvage, entre el ocio y la suavidad de
esa caricia con franjas de obsenidad que es la escritura.
|